La historia del Estatut de Catalunya es un capítulo crucial en la política española que ha dejado huella en la relación entre Catalunya y el resto del país. En un reciente análisis, Artur Mas, expresidente de la Generalitat, ha compartido sus reflexiones sobre las negociaciones que llevaron a la aprobación del Estatut, revelando detalles sobre la dinámica política de la época y las decisiones que marcaron el rumbo de Catalunya.
### La Negociación del Estatut: Un Contexto Político Complejo
En el contexto de la política catalana, el Estatut de 2006 se erige como un símbolo de aspiraciones y tensiones. Artur Mas ha declarado que el PSOE, bajo la dirección de José Luis Rodríguez Zapatero, no consideraba a Pasqual Maragall, entonces presidente de la Generalitat, como un interlocutor válido para las negociaciones. Esta percepción llevó a Mas a asumir un papel protagónico en las conversaciones, a pesar de no ser el presidente en ese momento. «Asumí el coste político y no me arrepiento», afirmó Mas, subrayando la complejidad de la situación.
La redacción del Estatut comenzó en Miravet, donde se sentaron las bases de un texto que buscaba ampliar las competencias de Catalunya. Sin embargo, Mas sostiene que el compromiso del PSOE de respetar lo acordado en Catalunya no se cumplió, lo que generó tensiones y llevó a una serie de enmiendas que modificaron el texto original. «Si el presidente del Gobierno nos decía que todo aquello en lo que nos pusiéramos de acuerdo en Catalunya sería respetado en Madrid, debíamos explicar qué queríamos desde Catalunya», añadió Mas, enfatizando la necesidad de una postura firme en las negociaciones.
### La Sentencia del Tribunal Constitucional: Un Punto de Inflexión
El Estatut fue finalmente aprobado en referéndum en 2006, pero su camino no estuvo exento de obstáculos. La sentencia del Tribunal Constitucional en 2010, que anuló varios artículos y reinterpretó otros, marcó un antes y un después en la política catalana. Esta decisión fue percibida como un golpe a las aspiraciones de autogobierno de Catalunya y generó una fuerte reacción social, evidenciada en la masiva manifestación del 10 de julio de 2010 bajo la consigna ‘Som una nació. Nosaltres decidim’.
Los negociadores del Estatut han coincidido en que la sentencia del TC fue un punto de inflexión. Joan Ridao, negociador de ERC, describió el Estatut como un «espejismo» que resultó de la disputa partidista y el cálculo político de algunos grupos. Por su parte, Lídia Santos, del PSC, defendió que el Estatut vigente sigue siendo un buen instrumento, pero que ha estado «en la nevera» durante más de diez años. Santos aboga por un desarrollo del Estatut que potencie su capacidad y lo active nuevamente en el contexto actual.
Jaume Bosch, negociador de ICV, también ha expresado su preocupación por las diferencias entre el Estatut aprobado y el que finalmente se implementó. Ha propuesto recuperar aspectos que se perdieron durante las negociaciones en Madrid, como la definición de Catalunya como nación y el blindaje del catalán.
La sentencia del TC no solo afectó el Estatut, sino que también alteró la dinámica política en Catalunya, llevando a una creciente desconfianza hacia el Estado español. Mas ha señalado que esta decisión inició una «tormenta» que ha influido en los acontecimientos políticos de los últimos años, incluyendo el proceso independentista.
La historia del Estatut de Catalunya es un recordatorio de cómo las negociaciones políticas pueden tener repercusiones duraderas. Las tensiones entre las aspiraciones autonómicas y la respuesta del gobierno central han moldeado la identidad política de Catalunya y su relación con el resto de España. A medida que los actores políticos reflexionan sobre el pasado, se plantea la pregunta de cómo avanzar hacia un futuro en el que se respeten las aspiraciones de autogobierno y se fomente un diálogo constructivo entre las diferentes partes.