En un contexto de creciente preocupación por la masificación turística, Barcelona se ha convertido en el escenario de una manifestación significativa. Este domingo, alrededor de 600 personas se unieron en las calles de la ciudad para expresar su descontento con el modelo turístico actual, que consideran perjudicial para la calidad de vida de los residentes. La movilización fue organizada por la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic (ABDT), un colectivo que aboga por un enfoque más sostenible y equilibrado del turismo en la capital catalana.
Los manifestantes, que partieron de los Jardinets de Gràcia, recorrieron varias calles del centro, incluyendo el emblemático Passeig de Gràcia. Durante la marcha, se escucharon consignas como ‘Tourists go home’, ‘el turismo nos roba’ y ‘un turista más, un vecino menos’, reflejando el sentimiento de muchos barceloneses que sienten que el turismo masivo está afectando negativamente su vida cotidiana.
La protesta no pasó desapercibida para los comerciantes de la zona, quienes, a través de la Associació del Passeig de Gràcia (APG), emitieron un comunicado en el que rechazaron los ataques al turismo y denunciaron lo que consideran una “deriva de hostilidad permanente” hacia esta actividad económica. En el comunicado, se lamentó que episodios de hostilidad hacia los turistas, como el rociado con pistolas de agua que se vio en el verano de 2024, hayan proyectado una imagen negativa de Barcelona en el extranjero.
Lluís Sans, presidente de la APG, advirtió que estas acciones convierten al visitante en un blanco de ataques y subrayó que sin turismo, la ciudad perdería su carácter cosmopolita, su cultura y la estabilidad laboral que esta actividad genera. Según Sans, es fundamental mejorar el modelo turístico, pero rechaza las actuaciones que considera linchamientos simbólicos disfrazados de protestas urbanas. «Regular es valiente, demonizar es fácil», afirmó, enfatizando la necesidad de un debate constructivo sobre el futuro del turismo en la ciudad.
La APG también hizo un llamado a las administraciones para que condenen estos actos, argumentando que deterioran la convivencia y afectan la imagen de Barcelona. En su comunicado, recordaron que el turismo generó más de 10.000 millones de euros en 2024 y emplea a entre 130.000 y 150.000 personas, lo que representa cerca del 14% del tejido empresarial local. Este dato pone de relieve la importancia del turismo no solo como motor económico, sino también como parte integral de la identidad de la ciudad.
La manifestación del domingo es solo una de las muchas que han surgido en los últimos años en respuesta a la creciente presión que el turismo ejerce sobre las comunidades locales. Los residentes de Barcelona han expresado su frustración por la falta de políticas efectivas que regulen el turismo y protejan sus derechos. La saturación de turistas en áreas históricas, el aumento de precios en la vivienda y la transformación de barrios tradicionales en zonas turísticas son solo algunas de las preocupaciones que han llevado a la población a movilizarse.
El debate sobre el turismo en Barcelona no es nuevo. Desde hace años, la ciudad ha estado lidiando con las consecuencias del turismo masivo, que ha crecido exponencialmente en la última década. Las autoridades locales han intentado implementar medidas para controlar el flujo de turistas, como la regulación de alquileres turísticos y la limitación de la capacidad en ciertos lugares, pero muchos consideran que estas acciones son insuficientes.
La situación actual plantea un dilema complejo: por un lado, el turismo es vital para la economía de Barcelona, pero por otro, la masificación puede llevar a la pérdida de la esencia de la ciudad y a la insatisfacción de sus habitantes. La clave parece estar en encontrar un equilibrio que permita a Barcelona seguir siendo un destino atractivo para los visitantes, sin sacrificar la calidad de vida de sus residentes.
Las manifestaciones como la del domingo son un recordatorio de que la voz de la ciudadanía es fundamental en la construcción de un modelo turístico más sostenible. Los barceloneses están pidiendo a gritos un cambio, un enfoque que priorice la convivencia y el respeto por el entorno urbano. La APG y otros grupos locales están instando a un debate más riguroso y con sentido institucional sobre el futuro del turismo en la ciudad, enfatizando que Barcelona debe construirse sobre políticas públicas sólidas y una inversión valiente, en lugar de depender de gestos simbólicos que no abordan los problemas de fondo.
A medida que el turismo continúa evolucionando, será crucial que las autoridades escuchen las preocupaciones de los residentes y trabajen hacia un modelo que beneficie a todos. La lucha por un turismo sostenible en Barcelona está lejos de terminar, y las manifestaciones son solo una parte de un movimiento más amplio que busca redefinir la relación entre la ciudad y sus visitantes.