En el corazón de Banyoles, un pequeño pueblo de Cataluña, se encuentra el Club Natació Banyoles, un lugar que ha sido testigo del crecimiento y la evolución de dos destacadas atletas: Esther y Marina Guerrero. Ambas hermanas han forjado una carrera en el atletismo que no solo refleja su dedicación y esfuerzo, sino también la profunda conexión que tienen con su comunidad y entre ellas mismas.
### Un Comienzo Humilde en el Atletismo
La historia de Esther y Marina Guerrero comienza en su infancia, cuando, impulsadas por la necesidad de ocupar su tiempo tras la escuela, decidieron inscribirse en unas extraescolares de atletismo. «No había ningún vínculo familiar con el deporte antes de eso», comenta Esther, quien recuerda cómo comenzó a ganar carreras a la edad de siete años. Marina, siguiendo los pasos de su hermana mayor, se unió a ella en esta aventura deportiva desde muy joven.
A pesar de que sus padres, Toni y Rosa, no eran atletas, siempre apoyaron a sus hijas en su camino. «Nos han acompañado siempre, y de hecho, les hemos creado la afición a ellos», dice Esther, destacando cómo el atletismo se ha convertido en una parte integral de la vida familiar. La dedicación de las hermanas al deporte ha sido tal que incluso su padre ha comenzado a participar en medias maratones, un claro reflejo de cómo el amor por el atletismo se ha transmitido en su hogar.
Esther, quien ha hecho del atletismo su profesión, y Marina, que lo considera un pasatiempo, han encontrado en este deporte un espacio para crecer y desarrollarse. Mientras que Esther ha competido en eventos internacionales como los Juegos Olímpicos y campeonatos mundiales, Marina ha disfrutado de su trayectoria sin la presión de ser una atleta profesional. «Entreno cada día, pero como un hobby. Voy haciendo porque me gusta, sin pensar más allá», explica Marina.
### Éxitos y Reconocimientos
El camino de las hermanas Guerrero ha estado marcado por logros significativos. Esther ha acumulado un impresionante número de títulos, incluyendo su décimo campeonato al aire libre y su vigésimo título contando las competiciones en pista cubierta. Por su parte, Marina, a sus 31 años, logró recientemente su primer bronce en el campeonato de España en los 3.000 obstáculos, un logro que ha sido celebrado con gran alegría por ambas.
«Nunca me he planteado seguir a Esther», confiesa Marina, quien ha encontrado su propio camino en el atletismo. Sin embargo, la influencia de su hermana ha sido innegable. «Si Esther no estuviera en el punto actual, yo tampoco habría llegado donde estoy llegando. Ella me alimenta, deportivamente; y para mí, es un espejo», dice Marina, reconociendo el impacto que su hermana ha tenido en su vida.
La relación entre ambas es un testimonio de apoyo mutuo. Esther, quien ha enfrentado lesiones y desafíos a lo largo de su carrera, ha encontrado en Marina una fuente de motivación. «Cuando se habla de deporte, siempre se habla de mí; y en el fondo, me sabe mal, porque soy la primera que cree que se lo merece», menciona Esther, refiriéndose a la dedicación y esfuerzo de su hermana.
A medida que se acercan a nuevas competiciones, como el Mundial de Tokio, Esther y Marina continúan reflejando la importancia del atletismo en sus vidas. «No seríamos las mismas sin el atletismo», afirman al unísono, destacando cómo este deporte ha moldeado no solo su identidad como atletas, sino también su relación como hermanas.
La historia de las hermanas Guerrero es un ejemplo inspirador de cómo la pasión y el trabajo duro pueden llevar al éxito. A través de su dedicación al atletismo, han demostrado que el deporte no solo es una actividad física, sino también un medio para fortalecer lazos familiares y construir una comunidad. Con cada medalla y cada carrera, Esther y Marina continúan dejando una huella imborrable en el mundo del atletismo, y su legado seguramente inspirará a futuras generaciones de atletas en Banyoles y más allá.