La ciudad de Barcelona ha sido testigo de un notable cambio demográfico en los últimos años, con un descenso continuo de la población autóctona y un aumento significativo de residentes nacidos en el extranjero. Este fenómeno, que se ha intensificado desde 2019, plantea importantes preguntas sobre la identidad cultural y social de la capital catalana. Según los datos del padrón municipal, a 1 de enero de 2025, la población autóctona representa solo el 45% de los 1.732.066 vecinos empadronados, una tendencia que se ha mantenido en los últimos años y que afecta a todos los barrios de la ciudad.
**La Disminución de la Población Autóctona**
La disminución de la población nacida en Barcelona es un fenómeno que se ha observado en todos los distritos, pero es especialmente pronunciado en Ciutat Vella. En este distrito, los empadronados nacidos en la ciudad apenas alcanzan el 23%, con el barrio del Gòtic liderando la lista de los menos representados, con solo un 15,41%. Esta tendencia se extiende a otros barrios como el Eixample y Sants-Montjuïc, donde las cifras de barceloneses empadronados son también alarmantemente bajas, con un 41,7% y un 41,5% respectivamente.
Por otro lado, hay barrios que aún mantienen una alta proporción de población autóctona. Can Peguera, en Nou Barris, destaca con un 64% de empadronados nacidos en Barcelona, seguido de Tres Torres y la Font d’en Fargues, que también superan el 60%. Esta disparidad en la distribución de la población autóctona refleja no solo un cambio demográfico, sino también una transformación en la estructura social de la ciudad.
Los datos también revelan que la población nacida en el resto de España ha disminuido drásticamente, pasando del 20% en el año 2000 al 12,8% en 2025. La presencia de personas nacidas en el resto de Catalunya también ha mostrado una ligera disminución, situándose en un 6,8%. Este cambio demográfico plantea interrogantes sobre el futuro de la identidad cultural de Barcelona y cómo se integrarán las nuevas generaciones de residentes en la vida social y cultural de la ciudad.
**El Aumento de la Población Extranjera**
En contraste con la disminución de la población autóctona, el número de residentes nacidos en el extranjero ha alcanzado cifras récord. Actualmente, hay 612.529 personas empadronadas en Barcelona que nacieron fuera de España, lo que representa un 26,4% del total de la población. Este aumento ha sido especialmente notable desde el inicio del siglo XXI, cuando el número de extranjeros empadronados se multiplicó por 17, pasando de 26.517 en 1997 a 457.245 en 2025.
La nacionalidad más representativa entre los extranjeros es la argentina, con casi 50.000 personas. Sin embargo, solo el 27,6% de ellos posee la nacionalidad argentina como primera nacionalidad. Un 38,3% tiene alguna nacionalidad de la Unión Europea, mientras que un 33,4% tiene la nacionalidad española. Este fenómeno de diversidad nacional se refleja en la coexistencia de personas de hasta 182 nacionalidades diferentes en la ciudad.
El crecimiento de la población extranjera ha sido impulsado por diversas olas migratorias, siendo América el continente con mayor representación, seguido de países como Colombia, Perú, y Venezuela. La diversidad cultural que aportan estos nuevos residentes enriquece la vida social de Barcelona, aunque también plantea desafíos en términos de integración y cohesión social.
El aumento de la población extranjera no solo ha cambiado la demografía de la ciudad, sino que también ha influido en su economía, cultura y servicios. Las áreas donde se concentran los extranjeros, como el Eixample y Gràcia, han visto un florecimiento de negocios y actividades culturales que reflejan esta diversidad. Sin embargo, la presión sobre los servicios públicos y la vivienda también ha aumentado, lo que requiere una atención especial por parte de las autoridades locales.
En resumen, la transformación demográfica de Barcelona es un fenómeno complejo que refleja tanto la disminución de la población autóctona como el crecimiento de la población extranjera. Este cambio plantea importantes retos y oportunidades para la ciudad, que deberá adaptarse a una nueva realidad social y cultural en los próximos años.