La ciudad de Beirut, marcada por la tragedia, sigue lidiando con las secuelas de la devastadora explosión del puerto que ocurrió el 4 de agosto de 2020. Este evento, que se considera una de las explosiones no nucleares más grandes de la historia, dejó más de 200 muertos, miles de heridos y cientos de miles de personas sin hogar. A pesar de que han pasado dos años, las familias de las víctimas continúan luchando por justicia y verdad en un sistema que parece haber olvidado su dolor.
**Recuerdos de una Tragedia**
La explosión fue causada por la detonación de 2.750 toneladas de nitrato de amonio que habían sido almacenadas de manera insegura en el puerto. Este hecho, que fue advertido a las autoridades, se convirtió en una tragedia que ha dejado cicatrices profundas en la población. Paul y Tracy Naggear, quienes perdieron a su hija Alexandra en la explosión, se reúnen cada mes en el lugar donde ocurrió la tragedia, recordando a su pequeña y exigiendo justicia. «El tiempo no sana nuestras heridas; no hay verdad ni justicia», expresa Paul, reflejando el sentimiento de muchas familias que han sido afectadas por esta catástrofe.
La ciudad de Beirut, que alguna vez fue un símbolo de belleza y cultura, ahora presenta un paisaje de ruinas y escombros. Aunque algunos edificios han comenzado a ser reconstruidos, el dolor y la memoria de la explosión persisten. Las familias de las víctimas sienten que su sufrimiento ha sido relegado al olvido, y la falta de avances en la investigación solo agrava su angustia. La situación se ha visto empeorada por la crisis económica que atraviesa el país, lo que ha llevado a una especie de amnesia colectiva sobre la tragedia.
**La Búsqueda de Justicia**
La investigación sobre la explosión ha estado estancada desde diciembre de 2020, lo que ha llevado a las familias de las víctimas a buscar alternativas para obtener justicia. Organizaciones de derechos humanos, como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, han solicitado una investigación internacional sobre el incidente. Mientras tanto, algunos familiares han presentado demandas en Estados Unidos y el Reino Unido contra las empresas involucradas en el transporte del nitrato de amonio.
Sarah Copland, madre de una de las víctimas, ha estado trabajando incansablemente para que se haga justicia. A pesar de la distancia que la separa de Beirut, su lucha no ha cesado. «Es indignante que la gente haya superado este evento tan rápidamente. Mi hijo murió en su hogar, un lugar que debería haber sido seguro», dice con tristeza. La frustración de las familias se ve reflejada en sus esfuerzos por llevar el caso a instancias internacionales, donde esperan que se reconozca la magnitud de la tragedia y se responsabilice a los culpables.
La abogada suizo-libanesa Zena Wakim, parte del grupo Accountability Now, ha estado ayudando a las víctimas a presentar demandas en el extranjero. «El sistema judicial en Líbano está dañado, y es por eso que buscamos alternativas fuera del país. Necesitamos que se escuche nuestra voz», explica. La falta de voluntad política para avanzar en la investigación local ha llevado a muchos a sentir que no tienen otra opción que buscar justicia en el extranjero.
Las familias de las víctimas no solo buscan justicia por sus seres queridos, sino que también desean que se reconozca la corrupción y la negligencia que llevaron a la explosión. «Todos los involucrados en este proceso deben rendir cuentas. No podemos permitir que esto se olvide», afirma Copland. La lucha por justicia se ha convertido en un proceso catártico para muchos, un camino hacia la sanación que, aunque doloroso, es necesario para seguir adelante.
La situación en Beirut es un recordatorio de que la lucha por la justicia no termina con la tragedia. Las familias continúan enfrentando un sistema que parece estar en su contra, pero su determinación es inquebrantable. «Nunca nos detendremos; seguiremos luchando por vías alternativas y presionando para que se haga justicia», concluye Paul Naggear. La historia de Beirut es una historia de dolor, pero también de resistencia y esperanza en la búsqueda de un futuro mejor.