En un contexto político donde la incertidumbre y la falta de planificación parecen ser la norma, España se enfrenta a un fenómeno que ha sido denominado como «improvisación organizada». Este término describe un sistema en el que la reacción ante los problemas se convierte en la única estrategia, dejando de lado la anticipación y la prevención. La improvisación, que en su esencia implica actuar sin preparación, se ha institucionalizado, convirtiéndose en una práctica habitual en la gestión gubernamental. Este artículo explora cómo esta tendencia afecta a diversas áreas críticas del país, desde la sanidad hasta la política exterior.
La falta de planificación a largo plazo es evidente en múltiples sectores, lo que ha llevado a una cultura de la urgencia y la reacción. En lugar de establecer políticas preventivas que aborden problemas antes de que se conviertan en crisis, el gobierno español se encuentra en un ciclo constante de respuesta tardía. Este enfoque no solo es ineficaz, sino que también perpetúa un estado de desorden que se ha normalizado en la administración pública.
**Desafíos en la Gestión de Crisis**
Uno de los ejemplos más claros de esta improvisación organizada se puede observar en la gestión de incendios forestales. Cada verano, España se enfrenta a incendios devastadores que arrasan bosques y comunidades rurales. Sin un plan de prevención medioambiental sólido, los incendios se convierten en una tragedia anunciada. La falta de mantenimiento en los montes y la despoblación de áreas rurales agravan la situación, dejando a los bosques vulnerables a cualquier chispa. Cuando las llamas finalmente aparecen, la respuesta del gobierno es improvisada: se forman brigadas de emergencia y se emiten declaraciones públicas, pero estas acciones llegan demasiado tarde. La prevención se confunde con el parcheo, y el resultado es un ciclo de destrucción que se repite año tras año.
La sanidad pública es otro sector que sufre las consecuencias de esta falta de planificación. En lugar de implementar un plan nacional que aborde de manera integral problemas como enfermedades endémicas, nutrición y salud mental, el sistema de salud se encuentra abrumado por listas de espera y urgencias saturadas. La inversión se destina más a curar que a prevenir, lo que resulta en un sistema que se siente cada vez más desgastado y menos eficiente. La improvisación en la gestión de la salud pública no solo afecta a los pacientes, sino que también agota a los profesionales de la salud, quienes se ven obligados a trabajar en condiciones cada vez más difíciles.
**La Política Exterior y la Falta de Estrategia**
La política exterior de España también refleja esta tendencia hacia la improvisación. Durante décadas, el país tuvo la oportunidad de actuar como mediador en conflictos internacionales, especialmente en Oriente Medio, gracias a sus lazos históricos. Sin embargo, en la actualidad, España se ha convertido en un mero espectador, limitándose a emitir gestos simbólicos en lugar de participar activamente en la resolución de conflictos. La falta de una estrategia clara ha llevado a que el país se convierta en un altavoz de otros, en lugar de ser un actor relevante en la escena internacional.
Un ejemplo reciente de esta falta de dirección se puede observar en la respuesta a la crisis en Gaza. En lugar de proporcionar ayuda humanitaria efectiva, se organizan expediciones que parecen más un espectáculo mediático que un esfuerzo genuino por ayudar. Estas acciones, que a menudo son interceptadas y resultan en detenciones, generan más ruido que soluciones concretas. La ciudadanía, que ya enfrenta desafíos en el ámbito de la salud y la economía, se ve obligada a financiar estas iniciativas que no producen resultados tangibles.
La improvisación como método de gobierno se ha arraigado en las instituciones, creando un ciclo vicioso donde la falta de planificación se convierte en una práctica habitual. La cultura política actual parece premiar la incompetencia, con nombramientos que perpetúan un sistema que no responde a las necesidades de la población. En lugar de abordar los problemas de manera proactiva, se opta por soluciones rápidas y superficiales que no resuelven las causas subyacentes.
En resumen, la improvisación organizada ha dejado una huella profunda en la gestión del gobierno español. Desde la sanidad hasta la política exterior, la falta de planificación y la reacción tardía se han convertido en la norma. Este enfoque no solo es insostenible, sino que también pone en riesgo el bienestar de la población y la estabilidad del país. La necesidad de un cambio en la forma de gobernar es más urgente que nunca, y es fundamental que se establezcan políticas a largo plazo que prioricen la prevención y la anticipación sobre la reacción.