El verano de 2025 ha dejado una huella profunda en la economía de Europa, marcada por fenómenos climáticos extremos que han afectado a un cuarto de las regiones de la Unión Europea. Un reciente estudio de la Universidad de Mannheim y el Banco Central Europeo (BCE) ha revelado que las pérdidas económicas atribuibles a las olas de calor, sequías e inundaciones alcanzan los 43.000 millones de euros en 2025, con proyecciones que podrían elevar esta cifra a 126.000 millones para 2029. Este análisis es uno de los primeros en ofrecer una visión macroeconómica de los efectos de los eventos climáticos extremos, proporcionando a los responsables políticos una herramienta valiosa para entender el impacto económico antes de que se publiquen las estadísticas oficiales.
**Efectos de los Fenómenos Climáticos en la Productividad**
El estudio destaca que 96 regiones europeas experimentaron olas de calor, mientras que 195 sufrieron sequías y 53 enfrentaron inundaciones. Cada uno de estos fenómenos tiene un impacto distinto en la economía. Por ejemplo, las olas de calor tienden a reducir la productividad laboral en sectores como la construcción y la hostelería, donde las altas temperaturas pueden hacer que los trabajadores sean menos eficientes. Por otro lado, las sequías afectan principalmente a la agricultura, donde la falta de agua puede llevar a una disminución en la producción de cultivos y, por ende, a un aumento en los precios de los alimentos. Las inundaciones, por su parte, causan daños directos a la infraestructura y generan pérdidas indirectas al interrumpir las cadenas de suministro.
El estudio también señala que el impacto no es uniforme en toda Europa. Las regiones del sur, como España, Italia, Portugal y Grecia, son las más vulnerables a las olas de calor y sequías prolongadas. En contraste, el norte y el centro de Europa enfrentan un mayor riesgo de inundaciones, como se ha evidenciado en recientes eventos en Alemania y Dinamarca. Las economías más pequeñas, como Malta y Chipre, son especialmente susceptibles, ya que las pérdidas económicas representan una proporción significativa de su producto interno bruto.
**Costes Ocultos y Proyecciones Futuras**
Los autores del estudio advierten que sus estimaciones son conservadoras. No se han considerado fenómenos que actúan de manera conjunta, como la combinación de calor y sequía, ni otros desastres que también marcaron el verano, como incendios forestales y tormentas severas. Además, el estudio no incluye los efectos secundarios, como el absentismo laboral por golpes de calor o la pérdida de productividad en fábricas afectadas. Esto es crucial, ya que la verdadera pérdida de actividad económica va más allá de los daños materiales que suelen ser evaluados por las aseguradoras.
El estudio concluye que el cambio climático ya está remodelando el desarrollo económico en Europa. La factura de no actuar para mitigar estos efectos podría ser mucho mayor que la inversión necesaria para implementar medidas de adaptación. Entre las recomendaciones se incluyen la mejora de la gestión del agua, la protección contra el calor en las ciudades y el refuerzo de infraestructuras críticas.
La investigadora principal del estudio, Sehrish Usman, enfatiza la importancia de contar con estimaciones tempranas para orientar las ayudas y diseñar estrategias de adaptación mientras los efectos de los episodios extremos aún son evidentes. Sin embargo, también advierte que las inversiones necesarias son costosas y deben ir acompañadas de políticas ambiciosas de reducción de emisiones para minimizar los peligros económicos y sociales de un clima cada vez más impredecible.
A medida que Europa se enfrenta a un futuro incierto debido al cambio climático, es fundamental que los responsables políticos y la sociedad en general tomen conciencia de la magnitud de estos desafíos. La adaptación y la mitigación son esenciales no solo para proteger la economía, sino también para asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras. La combinación de datos meteorológicos actualizados y análisis económicos puede proporcionar una base sólida para la toma de decisiones informadas en un contexto de creciente incertidumbre climática.