Cada dos minutos, una persona en España sufre una fractura a causa de la osteoporosis, lo que equivale a aproximadamente 330,000 fracturas al año. Este alarmante dato ha llevado a los geriatras a clasificar la osteoporosis como un problema de salud pública de primer orden, especialmente entre la población mayor. La fractura de cadera, en particular, es la más grave, ya que conlleva una alta mortalidad, dependencia y un considerable gasto sanitario. El perfil predominante de los pacientes afectados es el de mujeres, con una edad media de 87 años, que antes de la fractura, en más del 82% de los casos, eran capaces de caminar de forma autónoma. Sin embargo, solo el 59% logra recuperar esta capacidad un mes después de la lesión, lo que pone de manifiesto el impacto devastador que tiene una fractura de cadera en la vida de una persona mayor.
Según datos del Registro de Atención Sanitaria Especializada (RAE-CMBD) de 2022, se registraron 50,259 fracturas de cadera en España, lo que representa un coste anual de 1,591 millones de euros y una pérdida de 7.2 años de vida ajustados por calidad. Se prevé que la incidencia de estas fracturas continúe aumentando, especialmente entre las personas mayores de 80 años. La doctora Pilar Sáez López, coordinadora del Registro Nacional de Fracturas de Cadera (RNFC), destaca la importancia de este registro, que fue declarado de ‘interés sanitario’ por el Ministerio de Sanidad. Sin embargo, a pesar de su relevancia, el registro enfrenta incertidumbres financieras que amenazan su continuidad.
La mayoría de los pacientes que sufren fracturas de cadera son mujeres mayores, muchas de las cuales presentan fragilidad cognitiva y dependencia. Al ingresar al hospital, estas personas suelen esperar casi dos días y medio para ser operadas, lo que puede agravar su deterioro funcional. Aunque la tasa de mortalidad intrahospitalaria es inferior al 5%, esta cifra aumenta al 8.8% a los 30 días post-fractura. Solo un 15% de los hospitales españoles cuentan con unidades especializadas para el tratamiento de estas fracturas, lo que resalta la necesidad de un modelo de atención multidisciplinar para estos pacientes vulnerables.
La doctora Sáez enfatiza que es crucial actuar antes de que ocurra la fractura. La atención geriátrica puede ayudar a revertir la fragilidad y reducir el riesgo de caídas. En el RNFC se recopila información sobre la capacidad de los pacientes para caminar un mes después de la fractura, y aunque se han analizado los datos, no se ha observado una mejora significativa en la recuperación funcional. La fragilidad, que afecta a un 2.5% a 6% de las personas de 70 a 75 años y hasta un 38% en mayores de 85 años, está estrechamente relacionada con la edad.
La cirugía precoz es un indicador clave de buena atención sanitaria. Se ha demostrado que operar a los pacientes dentro de las primeras 48 horas reduce el riesgo de complicaciones y mortalidad. Sin embargo, solo el 46.6% de los pacientes son intervenidos quirúrgicamente en este plazo, aunque se ha observado una mejora del 6% desde 2017. La variabilidad en la atención entre hospitales es notable; algunos centros logran operar a más del 80% de sus pacientes en las primeras 48 horas, mientras que otros apenas alcanzan el 53%. Además, la movilización precoz tras la cirugía mejora el control del dolor y la recuperación.
A pesar de los avances, la doctora Sáez señala que aún queda mucho por hacer. La variabilidad en los resultados entre hospitales indica que hay margen para mejorar la atención a estos pacientes. Por ejemplo, algunos hospitales prescriben tratamiento osteoprotector a un 66.7% de los pacientes, mientras que otros solo lo hacen en un 15%. Estos datos reflejan la necesidad de un enfoque más uniforme y efectivo en el tratamiento de las fracturas de cadera en la población anciana.
La atención a las fracturas de cadera en personas mayores no solo es un desafío médico, sino también un reto social y económico. La creciente población de ancianos y el aumento de la esperanza de vida hacen que este problema sea cada vez más relevante. La prevención, la atención temprana y la rehabilitación son esenciales para mejorar la calidad de vida de estos pacientes y reducir el impacto económico en el sistema de salud. La concienciación sobre la osteoporosis y la importancia de la atención geriátrica son pasos fundamentales para abordar esta crisis sanitaria que afecta a una parte vulnerable de la población.