En el verano de 1996, el panorama musical en España estaba en plena efervescencia. Los festivales de rock comenzaban a florecer, prometiendo experiencias inolvidables para los amantes de la música. Entre los eventos más destacados de aquel año se encontraba el Doctor Music Festival, que reunió a grandes nombres como David Bowie y Lou Reed. Sin embargo, en medio de esta ola de éxito, surgió un festival que se convertiría en un ejemplo de lo que no se debe hacer: el Non Stop Festival de Pop-rock, organizado por Gustavo Gabriel Gabetta y su compañía Voc Music.
### Un Proyecto Ambicioso
El Non Stop Festival fue concebido como un evento de 34 horas de música ininterrumpida, programado para llevarse a cabo en el Sot del Migdia, un espacio que había sido un punto de encuentro para los amantes del rock en Barcelona. La idea era ambiciosa: ofrecer una experiencia única que incluyera dos escenarios, varias barras de bar, zonas de descanso y hasta su propia moneda, el ‘rocky’. El presupuesto inicial era de 90 millones de pesetas (aproximadamente 541.000 euros), y las entradas anticipadas se vendieron a un precio de 4.000 pesetas (24 euros).
Sin embargo, la elección de fechas y artistas dejó mucho que desear. El festival se programó del 21 al 23 de junio, coincidiendo con el puente de Sant Joan, lo que podría haber sido una ventaja, pero la realidad fue muy diferente. La alineación de artistas, aunque variada, carecía de un verdadero atractivo internacional. Aparte de Paul Carrack y David Byrne, el cartel estaba compuesto principalmente por bandas locales como Los Rodríguez, Sopa de Cabra y Seguridad Social, lo que generó dudas sobre la capacidad de atraer a un gran público.
### La Realidad del Festival
El día de la inauguración, el 21 de junio, todo parecía listo para un gran comienzo. Sin embargo, la realidad fue muy distinta. David Byrne, quien debía dar la bienvenida a los asistentes, no llegó a tiempo debido a la pérdida de su vuelo. Más preocupante aún fue la escasa asistencia al evento. En lugar de las 20.000 personas que los organizadores esperaban, el Sot del Migdia se encontraba casi vacío. La actuación de la banda Konvoi, que abrió el festival, se llevó a cabo ante un público desoladoramente reducido, compuesto por unas pocas decenas de espectadores y un grupo de periodistas que no podían creer lo que estaban presenciando.
A medida que avanzaba la noche, la situación no mejoró. Cuando Los Rebeldes subieron al escenario, la asistencia seguía siendo mínima, y las bromas sobre la mayor afluencia de público en el cementerio cercano comenzaron a circular entre los presentes. La atmósfera se tornó incómoda, y la falta de público se convirtió en el tema de conversación entre los pocos asistentes.
Apenas tres horas después de su inicio, el festival fue suspendido. La decisión fue tomada cuando solo se habían vendido 89 entradas anticipadas y una más en taquilla. La ambición del evento se desmoronó rápidamente, dejando a los organizadores y a los artistas en una situación insostenible. La imagen de David Byrne caminando por el recinto desierto, reflexionando sobre cómo había llegado a parar allí, se convirtió en un símbolo del fracaso del Non Stop Festival.
### Reflexiones sobre el Fracaso
El Non Stop Festival es un recordatorio de que, en el mundo de la música y los eventos en vivo, la planificación y la ejecución son cruciales. La falta de un cartel atractivo, la sobreestimación de la asistencia y la mala gestión del evento llevaron a un fiasco que se recordará como uno de los fracasos más notorios en la historia de los festivales en España. A pesar de las buenas intenciones y la ambición de sus organizadores, el festival no logró captar el interés del público, lo que resultó en una experiencia decepcionante tanto para los artistas como para los pocos asistentes que se aventuraron a asistir.
La historia del Non Stop Festival nos enseña que, aunque la pasión por la música puede ser un gran motor, la planificación cuidadosa y la atención a los detalles son igualmente importantes para el éxito de cualquier evento. En un mercado tan competitivo como el de los festivales de música, es esencial ofrecer algo que realmente resuene con el público y que esté respaldado por una estrategia sólida. La lección aquí es clara: la ambición sin una base sólida puede llevar a resultados desastrosos.