La contaminación por plásticos se ha convertido en uno de los problemas ambientales más apremiantes del siglo XXI. Desde los océanos hasta el aire que respiramos, los plásticos han infiltrado todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. En un intento por abordar esta crisis, 184 países se reunieron en Ginebra a principios de agosto de 2025 para negociar un tratado global que buscaba ser el primero en su tipo, legalmente vinculante, para frenar la contaminación por plásticos. Sin embargo, tras dos semanas de intensas negociaciones, el proceso se estancó, dejando a muchos países y organizaciones ecologistas frustrados y decepcionados. Este artículo explora las razones detrás de este fracaso y las implicaciones que tiene para la cooperación internacional en la lucha contra la contaminación.
La ambición del tratado y su importancia
El tratado que se intentaba establecer en Ginebra era considerado por muchos como el sucesor del Acuerdo de París, pero enfocado en la contaminación por plásticos. En marzo de 2022, durante la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en Nairobi, 175 países aprobaron una resolución histórica que comprometía a todos los estados a desarrollar un tratado global jurídicamente vinculante contra la contaminación por plásticos. Este acuerdo tenía como objetivo crear un marco regulatorio que abarcara toda la cadena de vida del plástico, desde su producción hasta su gestión, incluyendo la erradicación de microplásticos y la reducción de compuestos químicos peligrosos.
Sin embargo, las negociaciones en Ginebra se polarizaron rápidamente entre dos bloques. Por un lado, más de 100 países, incluidos miembros de la Unión Europea y varios gobiernos de América Latina y África, abogaban por un acuerdo ambicioso que estableciera límites globales obligatorios a la producción de plásticos y la eliminación de plásticos de un solo uso. Por otro lado, un bloque de potencias productoras de petróleo, liderado por Estados Unidos, China, Arabia Saudí y Rusia, defendía un enfoque centrado en la gestión de residuos y el reciclaje, evitando compromisos más estrictos sobre la producción de plásticos.
El resultado de estas tensiones fue una propuesta de acuerdo que fue considerada como «neutra» y «tibia». El texto final eliminó cualquier referencia a la limitación de la producción de plásticos y no incluyó la prohibición de químicos peligrosos, lo que generó un descontento generalizado entre los países que esperaban un acuerdo más robusto. Gobiernos como el de Colombia, Canadá y la Unión Europea expresaron su decepción, calificando el resultado de «inaceptable» y «repulsivo». Esta falta de consenso llevó a la Asamblea de Naciones Unidas a aplazar las conversaciones, dejando a muchos preguntándose sobre el futuro de la cooperación internacional en temas ambientales.
Los obstáculos impuestos por los intereses económicos
Uno de los factores que ha contribuido al estancamiento de las negociaciones es la influencia de los petroestados y los lobbies de la industria petroquímica. Expertos han denunciado que estos actores han utilizado tácticas para frustrar un acuerdo sólido, priorizando sus intereses económicos sobre la salud del planeta. Graham Forbes, portavoz de Greenpeace, afirmó que la mayoría de los gobiernos querían cerrar un acuerdo fuerte, pero un pequeño grupo de actores maliciosos logró bloquear esa ambición. Tim Grabiel, abogado ambientalista de la Environmental Investigation Agency, también criticó las tácticas de los petroestados, que incluyeron retrasos y engaños durante el proceso de negociación.
La presencia de más de 230 representantes vinculados a la industria petroquímica en la cumbre de Ginebra ha sido vista como un factor distorsionador en las negociaciones. Esta situación ha llevado a muchos a cuestionar la efectividad de los mecanismos de cooperación internacional, especialmente cuando se trata de problemas tan evidentes como la contaminación por plásticos. La falta de decisiones concretas en esta materia pone en riesgo no solo la salud del planeta, sino también la vida y cultura de comunidades vulnerables, como las de los países insulares del Pacífico, que ya están sintiendo los efectos devastadores de la contaminación.
La debilidad de los mecanismos de cooperación internacional
El fracaso de las negociaciones en Ginebra resalta la profunda debilidad de los mecanismos de cooperación internacional para abordar problemas ambientales críticos. Tuvalu, en representación de 14 países insulares del Pacífico, advirtió que la falta de acción en este ámbito pone en riesgo sus ecosistemas y su cultura. Este mensaje es particularmente relevante a medida que se acerca la cumbre del clima de Brasil (COP30), donde se espera que los países firmen un acuerdo ambicioso para reducir sus emisiones. Sin embargo, el estancamiento en Ginebra plantea serias dudas sobre la capacidad de la comunidad internacional para unirse y tomar medidas efectivas frente a la crisis ambiental.
En resumen, el fracaso del tratado global contra la contaminación por plásticos en Ginebra no solo es un revés para la lucha contra la contaminación, sino que también pone de manifiesto la necesidad urgente de fortalecer los mecanismos de cooperación internacional. Sin un compromiso real y acciones concretas, el futuro del planeta y de las generaciones venideras sigue en peligro.