En el mundo actual, la política se ha convertido en un escenario donde los actores principales no solo deben ser competentes en sus funciones, sino también hábiles en el arte de la comunicación. La imagen que proyectan ante los medios y el público es fundamental, y esto ha llevado a muchos políticos a adoptar comportamientos que, en ocasiones, parecen más un espectáculo que un verdadero debate sobre asuntos de interés público. Este fenómeno se observa claramente en el comportamiento de algunos representantes en el Congreso de Diputados, donde la atención parece estar más centrada en la apariencia que en el contenido de sus intervenciones.
La obsesión por la imagen no es nueva, pero en la era de las redes sociales y la inmediatez informativa, se ha intensificado. Los políticos son conscientes de que cada palabra y cada gesto pueden ser grabados y compartidos al instante, lo que les lleva a actuar de manera que a menudo parece más un guion ensayado que una conversación genuina. Este fenómeno se puede observar en la forma en que algunos políticos se comportan al ser entrevistados o al dar declaraciones improvisadas, conocidas en el argot periodístico como ‘canutazos’. En estos momentos, es común que un político se detenga a hablar con los medios, a menudo sin que haya una pregunta real que lo motive, lo que plantea la pregunta: ¿a quién realmente están respondiendo?
### La Performance Política: Más Allá de las Palabras
La dinámica de los ‘canutazos’ revela una estrategia comunicativa que busca controlar la narrativa. Un político puede iniciar una declaración con una pregunta retórica que él mismo responde, como si estuviera en un diálogo con el público, cuando en realidad no hay un interlocutor presente. Esta técnica no solo busca captar la atención de los medios, sino también dar la impresión de que están abordando temas relevantes, aunque en muchos casos se trate de un discurso premeditado y ensayado. La pregunta que surge es: ¿realmente están interesados en el debate o simplemente en mantener una imagen pública favorable?
Este fenómeno se asemeja a un teatro donde los políticos son los actores y el Parlamento se convierte en su escenario. La atención a los monitores que muestran su imagen en directo es un claro indicativo de que están más preocupados por cómo se ven que por lo que están diciendo. Este comportamiento puede parecer trivial, pero tiene implicaciones profundas en la percepción pública de la política. La idea de que los políticos están más enfocados en su imagen que en el contenido de sus discursos puede erosionar la confianza del público en sus representantes.
La retórica utilizada en estos momentos también merece atención. Frases como “mire, perdone” se convierten en un recurso para dar la impresión de que están siendo accesibles y humildes, cuando en realidad están construyendo una narrativa que les favorece. Este tipo de comunicación puede ser efectivo a corto plazo, pero a largo plazo, puede resultar contraproducente si el público percibe que la autenticidad está ausente.
### La Influencia de los Medios y la Era Digital
La relación entre los políticos y los medios de comunicación ha cambiado drásticamente en la era digital. Las redes sociales han permitido que los políticos se comuniquen directamente con el público, lo que les da más control sobre su imagen. Sin embargo, esta misma libertad puede llevar a una mayor superficialidad en la comunicación. La necesidad de ser constantemente visibles y relevantes puede hacer que los políticos prioricen la forma sobre el fondo, lo que a su vez puede llevar a una desconexión con los problemas reales que enfrenta la sociedad.
Además, la inmediatez de las redes sociales significa que cualquier error o desliz puede ser amplificado en cuestión de segundos. Esto ha llevado a muchos políticos a ser extremadamente cautelosos en su comunicación, lo que a menudo resulta en discursos vacíos y poco sustanciales. La presión por ser siempre perfectos ante las cámaras puede hacer que se alejen de la autenticidad, lo que a su vez puede generar desconfianza entre los votantes.
En este contexto, es crucial que tanto los políticos como los ciudadanos reflexionen sobre la naturaleza de la comunicación política. La política debería ser un espacio para el debate y la discusión genuina, no un espectáculo donde la imagen y la performance priman sobre el contenido y la sustancia. La verdadera democracia se nutre de un diálogo honesto y abierto, donde las voces de los ciudadanos sean escuchadas y valoradas, y donde los políticos se sientan responsables no solo de su imagen, sino también de las realidades que representan.
La transformación de la política en un espectáculo puede ser tentadora, pero es fundamental recordar que el verdadero poder reside en la capacidad de escuchar y responder a las necesidades de la sociedad. Solo así se podrá construir una política más auténtica y efectiva, donde la confianza y la transparencia sean los pilares de la relación entre los ciudadanos y sus representantes.
