Japón, conocido por su rica cultura, seguridad y avances tecnológicos, está experimentando un auge turístico sin precedentes, con casi tres millones y medio de visitantes internacionales al mes. Sin embargo, este crecimiento viene acompañado de un fenómeno preocupante: el aumento del turismo sexual, que amenaza con empañar la imagen de un país que ha invertido décadas y billones de yenes en eventos como los Juegos Olímpicos y la Expo Osaka-Kansai, diseñados para proyectar una imagen de modernidad y respeto.
Un informe reciente de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha señalado que Japón se ha convertido en un destino emergente para el turismo sexual. La combinación de su seguridad, infraestructura y la facilidad de acceso a servicios para adultos ha llevado a la proliferación de negocios fuzoku, que son locales de entretenimiento para adultos que operan en una zona gris legal. Aunque la prostitución está prohibida, los servicios sexuales se ofrecen de manera encubierta, lo que ha permitido que estos establecimientos se multipliquen en ciudades como Tokio, Osaka y Fukuoka, atrayendo a una creciente clientela extranjera.
Kabukicho, un barrio en el distrito de Shinjuku en Tokio, se ha convertido en el epicentro de esta industria. En los últimos meses, la policía ha llevado a cabo operaciones para desmantelar redes que captaban a jóvenes endeudadas con clubes nocturnos, forzándolas a prostituirse. También se han realizado arrestos en locales de masajes que ofrecían servicios sexuales a turistas extranjeros. Durante estos operativos, se han confiscado divisas de más de 16 países, lo que evidencia la magnitud internacional de este negocio.
Uno de los casos más polémicos recientes involucró la detención de cuatro tachinbo, prostitutas callejeras de unos 20 años, acusadas de estafar a hombres extranjeros. Según la policía, estas mujeres acordaban un precio por servicios sexuales, generalmente entre 10,000 y 20,000 yenes (57 a 115 euros), y luego robaban a sus clientes en love hotels cercanos. En las últimas semanas de verano, se reportaron 11 casos de extranjeros que denunciaron robos en la comisaría más cercana.
Una de las detenidas, que prefirió permanecer en el anonimato, relató su experiencia a una ONG que ayuda a mujeres en su situación. Afirmó que no estaba cometiendo un delito grave y que su arresto fue más una advertencia para los medios de comunicación. Esta joven, que ha estado en la prostitución durante tres años, reveló que ha ganado casi 100 millones de yenes (más de 575,000 euros), aunque ahora solo le quedan 200,000 yenes (1,150 euros) debido a sus gastos.
La joven explicó que proviene de un entorno familiar complicado y que, tras completar la educación básica, comenzó a trabajar en varios empleos a tiempo parcial. Eventualmente, comenzó a mantener relaciones remuneradas con hombres para cubrir sus gastos. Tras su arresto, decidió dejar la prostitución, pero se enfrenta a la dificultad de encontrar un trabajo decente debido a la exposición pública de su nombre y rostro. Actualmente, ayuda a una ONG, pero su ingreso es limitado, lo que la lleva a seguir manteniendo relaciones con hombres ricos.
Los expertos advierten que el aumento del turismo sexual no solo afecta a las mujeres involucradas, sino que también pone en riesgo la imagen internacional de Japón en un momento en que el país busca atraer más visitantes. ONG locales han denunciado la falta de recursos públicos para ayudar a las jóvenes que intentan salir de la prostitución y critican que las redadas policiales parecen tener más un efecto ejemplarizante que de protección real para los turistas.
El turismo ha traído riqueza a Japón, pero también ha amplificado las desigualdades y la explotación. Mientras el país celebra cifras récord de visitantes y se prepara para grandes eventos internacionales, enfrenta un fenómeno incómodo: una industria sexual cada vez más visible y una presión social que parece ignorar la realidad de muchas mujeres atrapadas en este ciclo. Japón, que se presenta al mundo como un lugar seguro, limpio y ordenado, se encuentra ante un dilema que podría convertirse en el lado oscuro de su éxito turístico.