La reciente cumbre de la OTAN en La Haya ha puesto de manifiesto las tensiones y desafíos que enfrenta la alianza en un contexto geopolítico cada vez más complejo. Con la guerra en Ucrania y la amenaza de Rusia en el horizonte, los líderes de la OTAN se han reunido para discutir un aumento significativo en el gasto en defensa, estableciendo un objetivo del 5% del Producto Interior Bruto (PIB) para sus miembros. Sin embargo, la postura de España, que ha propuesto un gasto del 2,1%, ha generado controversia y ha puesto en duda la unidad de la alianza.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha expresado que no está «preocupado» por la negativa de España a cumplir con el objetivo del 5%, aunque ha reconocido que alcanzar este nivel de gasto requerirá decisiones políticas difíciles. Durante la cumbre, se espera que se adopte una declaración que establezca el 5% como meta, desglosada en un 3,5% para gastos militares puros y un 1,5% para otros gastos relacionados con la defensa. Rutte ha enfatizado la necesidad de que todos los países encuentren los recursos necesarios para cumplir con estos objetivos, especialmente en un momento en que la amenaza rusa es palpable.
La postura de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, ha sido objeto de críticas dentro de la alianza. A su llegada a la cumbre, Sánchez evitó hacer declaraciones y tuvo interacciones limitadas con otros líderes, lo que ha llevado a especulaciones sobre su posición en la OTAN. La decisión de España de limitar su gasto en defensa ha sido vista como un obstáculo potencial para el consenso en la cumbre, con otros líderes expresando su preocupación por la falta de compromiso de España.
La situación se complica aún más con las declaraciones de otros líderes de la OTAN. El primer ministro de Estonia, Kristen Michal, ha manifestado su apoyo al objetivo del 5%, argumentando que aumentar el gasto en defensa es un deber para preservar la libertad. Por su parte, el primer ministro noruego, Jonas Gahr Støre, ha subrayado la importancia de cumplir con las capacidades militares necesarias, mientras que el presidente de Lituania, Gitanas Nauseda, ha insistido en que todos los aliados deben comprometerse a alcanzar el 5% para 2035.
La cumbre de La Haya se ha presentado como un momento crucial para la OTAN, donde se espera que se tomen decisiones históricas que transformen la alianza. Rutte ha destacado que, durante demasiado tiempo, Estados Unidos ha llevado la carga de la defensa, y ha instado a los países miembros a asumir su parte de responsabilidad. Esta llamada a la unidad y al compromiso ha resonado entre los líderes, quienes han reconocido que la situación geopolítica actual exige una respuesta colectiva y decidida.
Sin embargo, la interpretación del acuerdo sobre el gasto en defensa ha generado debate. El primer ministro belga, Bart de Wever, ha señalado que no hay excepciones, sino que se trata de una cuestión de interpretación. La postura de España, que sostiene que puede cumplir con las capacidades militares sin alcanzar el 3,5%, ha sido cuestionada por otros líderes, quienes han expresado su escepticismo sobre la viabilidad de esta afirmación. De Wever ha indicado que si España logra cumplir con los objetivos de capacidades con un gasto inferior, sería un «genio», pero ha advertido que la OTAN no es «tonta» y que todos los aliados han firmado el mismo compromiso.
La cumbre también ha puesto de relieve la importancia de la confianza entre los miembros de la OTAN. El primer ministro griego, Kyriákos Mitsotákis, ha enfatizado que la carga de la defensa debe compartirse de manera justa, y que no debe haber países que se beneficien de los compromisos de defensa de otros sin contribuir adecuadamente. Esta perspectiva ha sido respaldada por otros líderes, quienes han subrayado que los objetivos de gasto en defensa deben ser vinculantes para todos los miembros de la alianza.
En un contexto de creciente incertidumbre y amenazas globales, la cumbre de La Haya representa un punto de inflexión para la OTAN. Los líderes se enfrentan a la tarea de encontrar un equilibrio entre sus compromisos de defensa y las realidades económicas de sus respectivos países. La decisión de aumentar el gasto en defensa es un reflejo de la necesidad de adaptarse a un entorno de seguridad en constante evolución, y la forma en que los países manejen sus compromisos será crucial para la cohesión y efectividad de la alianza en el futuro.