Álvaro Palacios, un nombre que resuena con fuerza en el mundo del vino, es considerado uno de los grandes maestros de la enología contemporánea. Nacido en Alfaro en 1964, Palacios es el séptimo de nueve hijos de José Palacios Remondo, un patriarca en el ámbito vitivinícola de Rioja. Su trayectoria ha sido marcada por la búsqueda incansable de la esencia de la viña, logrando reconocimiento internacional con vinos que han alcanzado los codiciados 100 puntos en la escala Parker, como La Faraona, L’Ermita y Quiñón de Valmira. En un reciente evento en Vila Viniteca, su carisma y pasión por el vino lo convirtieron en el centro de atención, siendo recibido como una auténtica estrella del rock.
«Soy un humilde labrador», se define Palacios, a pesar de su estatus en el mundo del vino. Su bodega, diseñada por el arquitecto Rafael Moneo, es un reflejo de su filosofía: un espacio que respeta el entorno natural y que, a pesar de ser una maravilla arquitectónica, sigue siendo un lugar de trabajo. La bodega, ubicada en Villafranca del Bierzo, está parcialmente enterrada, lo que simboliza su conexión con la tierra y el respeto por el medio ambiente. A pesar de los desafíos que enfrenta, como el reciente regreso de un viaje a México donde tuvo que lidiar con problemas en la viña, Palacios se muestra optimista y comprometido con su labor.
### La Vida y la Pasión por el Vino
La vida personal de Álvaro Palacios también ha estado marcada por la pérdida y la renovación. Recientemente, su hija Lola anunció que está esperando un bebé, lo que trae un nuevo ciclo de vida a la familia. Sin embargo, la tristeza también ha estado presente, con la reciente muerte de su hermano Manuel y su hermana Chelo, quienes dejaron un vacío en su vida. A pesar de estos momentos difíciles, Palacios se aferra a la esperanza y a la alegría que trae la llegada de su nieta.
Desde joven, Palacios soñaba con ser torero, cantante de rock o piloto de motos, pero su destino lo llevó a descubrir el mundo del vino. La influencia de su padre, quien lo hizo trabajar desde pequeño, despertó en él una curiosidad por los misterios de la bodega. Recuerda con nostalgia el sonido de las tinas fermentando en la oscuridad, un ambiente que lo cautivó y lo llevó a dedicarse a la viticultura.
Su formación en Burdeos y su experiencia en Château Petrus le enseñaron sobre la importancia del terroir y el respeto por la tierra. Palacios se dio cuenta de que el gran vino no es simplemente una mezcla de variedades, sino que proviene de un lugar específico que merece ser embotellado por separado. En un mundo donde la producción masiva era la norma, él optó por un camino diferente, buscando la calidad sobre la cantidad.
### La Búsqueda del Misterio Terroir
La filosofía de Álvaro Palacios se centra en la búsqueda del misterio de la tierra. Para él, el vino es una forma de arte que debe reflejar la esencia del lugar de donde proviene. A través de sus vinos, busca abrir los sentidos y llevar a los consumidores a un viaje a través de la naturaleza. Habla de la importancia de romper la fruta de un paraíso desconocido y de conectar con la historia y la cultura de la región.
En su canon de vinos, Palacios se adhiere a los grandes del Viejo Mundo, como los de Burdeos, Borgoña y el Ródano. Para él, la tradición es fundamental, y considera que los modernismos en la viticultura no llevan a ninguna parte. La mayoría de los vinos que han alcanzado los 100 puntos Parker en España provienen de viñas viejas, lo que demuestra que la calidad y el respeto por la tierra son esenciales para la producción de grandes vinos.
Palacios también se muestra crítico con algunos catadores que, en su opinión, han perdido de vista la esencia del vino. Para él, el vino debe ser una celebración de la vida, un medio para unir a las personas y brindar por la salud y el futuro. En su hogar, la música y el canto son parte de la cultura familiar, y lamenta que en la actualidad, la gente haya dejado de cantar y celebrar juntos.
La inteligencia artificial y la tecnología pueden cambiar muchos aspectos de la vida, pero Palacios cree firmemente que el vino es algo que nos conecta con el pasado. La elaboración del vino requiere una intuición profunda y un compromiso diario con la tierra, algo que no puede ser reemplazado por máquinas. La alquimia del vino, esa magia que transforma la uva en una bebida sublime, es un misterio que sigue siendo parte de la experiencia humana.