En Japón, la década de los 80 representaba un periodo de marcada división de género en el ámbito educativo. Los niños se formaban en artes industriales, mientras que las niñas se dedicaban a aprender economía doméstica. Esta separación no solo definía las habilidades que cada género desarrollaba, sino que también establecía expectativas sociales que perduraron durante años. Sin embargo, a principios de los 90, una reforma educativa cambió radicalmente este panorama al eliminar la segregación de género en las escuelas secundarias inferiores, que abarcaban a estudiantes de 13 a 15 años. Treinta años después, los efectos de esta decisión se han manifestado de maneras sorprendentes y significativas en la sociedad japonesa.
Un estudio reciente, realizado en colaboración con Hiromi Hara y publicado en el Journal of Labor Economics, ha revelado que aquellos estudiantes que vivieron esta reforma han desarrollado comportamientos muy diferentes en comparación con sus predecesores. Las mujeres, ahora en sus 40 años, son un 17% más propensas a tener empleo estable y, además, ganan un 11% más que sus contrapartes de generaciones anteriores. Este cambio no es trivial; representa un avance significativo en la reducción de la brecha de género en el ámbito laboral.
Lo que resulta aún más interesante es el impacto que esta reforma ha tenido en los hombres. A pesar de que sus actitudes hacia la paternidad no han cambiado drásticamente, han comenzado a retrasar la paternidad, lo que ha permitido que las mujeres mantengan su maternidad sin interrupciones en sus carreras. Este fenómeno se puede considerar un caso fascinante de ingeniería social involuntaria, donde una medida educativa aparentemente simple ha generado efectos profundos y duraderos.
### Cambios en el Comportamiento Masculino
En Japón, los hombres con hijos pequeños dedican, en promedio, solo una hora y 23 minutos al día a las tareas domésticas, el tiempo más bajo entre los países desarrollados. Sin embargo, tras la reforma educativa, se ha observado un cambio notable en sus comportamientos. Los hombres que experimentaron esta reforma han incrementado su tiempo dedicado a las tareas del hogar durante los fines de semana en 26 minutos diarios, lo que representa un aumento del 25%. Al mismo tiempo, han reducido su tiempo de trabajo en 36 minutos, lo que equivale a una disminución del 15%. Estos cambios sugieren que, aunque las actitudes hacia los roles de género pueden permanecer estables, los comportamientos pueden evolucionar significativamente.
Además, las mujeres ahora son un 12% más propensas a rechazar los roles tradicionales de género, lo que indica que la reforma educativa no solo ha impactado en la economía, sino también en las normas sociales. Este cambio en la percepción de género ha permitido que las mujeres se sientan más empoderadas para buscar y mantener empleos, mientras que los hombres han comenzado a asumir más responsabilidades en el hogar. La reforma educativa ha actuado como un catalizador que ha modificado las expectativas y comportamientos de una generación entera, lo que ha llevado a una transformación silenciosa pero poderosa en las dinámicas familiares y laborales.
### Lecciones para Otras Sociedades
La experiencia japonesa ofrece valiosas lecciones para otras sociedades que buscan alcanzar la igualdad de género. En Catalunya, por ejemplo, las mujeres se ocupan 2,38 veces más de personas dependientes que los hombres y ganan solo 84 céntimos por cada euro que ganan los hombres. A pesar de los avances en las últimas décadas, la paridad sigue siendo un objetivo distante. Las políticas de conciliación son esenciales, pero la educación no sexista parece tener efectos aún más profundos y duraderos.
En Catalunya, por cada 100 hombres que trabajan, solo 86 mujeres están empleadas, y el 70% de los trabajos a tiempo parcial son ocupados por mujeres. Estas cifras no son exclusivas de Catalunya; se replican en España, Europa y otros países avanzados. La pregunta que surge es: ¿cómo podemos lograr la paridad tanto en el ámbito laboral como en el hogar? La experiencia de Japón sugiere que los cambios generacionales pueden ser más efectivos que las reformas legislativas puntuales. Los niños que aprendieron a cocinar y las niñas que se familiarizaron con herramientas de trabajo son ahora adultos que han desafiado muchos de los patrones tradicionales.
La clave radica en seguir construyendo un tejido social y educativo que fomente la igualdad real entre géneros. Esto implica que, en una o dos décadas, las nuevas generaciones normalicen la diversidad desde la escuela. La eliminación de clases de cocina «solo para chicas» ha demostrado ser un paso crucial hacia la revolución del mercado laboral. La igualdad de género no se logra únicamente a través de leyes o subsidios, sino también mediante gestos cotidianos que normalizan la diversidad desde la infancia. La lección de Japón es clara: los cambios más profundos a menudo surgen de decisiones que parecen simples, pero que tienen un impacto duradero en la forma en que las nuevas generaciones entienden y viven la igualdad de género.