La reciente muerte de Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, ha conmocionado a la familia real y a la sociedad española. A sus 81 años, el aristócrata dejó un legado de discreción y dignidad, siendo recordado por su cercanía a los suyos y su papel en la nobleza española. La noticia de su fallecimiento llegó como un rayo inesperado, especialmente tras la reciente pérdida de su hermano, Alfonso de Borbón, lo que ha sumido a la familia en un profundo duelo.
La llegada de Olivia de Borbón, hija del fallecido, al tanatorio de San Isidro en Madrid fue un momento desgarrador. Acompañada de su esposo, Julián Porras-Figueroa, Olivia no pudo contener su tristeza y se mostró visiblemente afectada por la pérdida de su padre. Su esposo, en un gesto de apoyo, expresó: «Se ha ido un gran señor, un gran padre. Sin molestar, sin hacer ruido… Y de sorpresa. No te puedo decir nada más». Estas palabras reflejan el respeto y la admiración que la familia sentía por el duque, un hombre que siempre se mantuvo alejado del foco mediático.
La familia de Francisco de Borbón también estuvo presente en el tanatorio, donde su hijo, Francisco, se mostró agradecido por el apoyo recibido. «Os agradezco que estéis aquí», dijo a los periodistas, recordando la profunda conexión que su padre tenía con su hermano fallecido. La última aparición pública del duque de Sevilla fue en el funeral de Alfonso, lo que añade un matiz trágico a su partida, ya que ambos hermanos compartieron una vida de cercanía y afecto.
La figura del duque de Sevilla siempre fue la de un hombre reservado, que prefería la vida familiar y los momentos en privado. A pesar de su linaje, nunca buscó la atención mediática, lo que le valió el respeto de quienes lo conocieron. En una entrevista concedida a una revista en 2021, Francisco habló sobre la pérdida de su hija Cristina, quien falleció a los 44 años, y cómo había aprendido a sobrellevar el dolor. «El recuerdo sigue ahí, por supuesto, pero estoy recuperado», confesó, mostrando su fortaleza ante la adversidad.
La vida de Francisco de Borbón estuvo marcada por momentos de alegría y tristeza. Su relación con su primera esposa, Beatrice von Hardenberg, fue un pilar en su vida, y a pesar de su fallecimiento, él siempre la recordará con cariño. «Yo no soy muy religioso, pero las veo como dos personas que siempre formarán parte de mi vida y de mi recuerdo», dijo, reflejando su profunda conexión emocional con quienes amó.
Uno de los aspectos que más disfrutaba Francisco era su rol como abuelo. «Me encanta. Todo lo que nunca permití a mis hijos, se lo permito a mis nietos. Estoy encantado con ellos», expresó en varias ocasiones. Esta faceta de su vida lo llenaba de felicidad, y sus nietos, Flavia y Fernando Enrique, hijos de Olivia, y Francisco Máximo, hijo de Francisco, eran su mayor orgullo.
La noticia de su fallecimiento ha traído consigo una ola de condolencias y recuerdos de quienes lo conocieron. María Zurita, amiga cercana, fue una de las primeras en lamentar su muerte, describiéndolo como un «hombre excepcional». Este tipo de testimonios resaltan el impacto que tuvo en la vida de quienes lo rodearon, así como su carácter amable y generoso.
El duque de Sevilla será enterrado en el cementerio de la Sacramental de San Justo en Madrid, un lugar que simboliza su conexión con la historia y la tradición familiar. Su partida deja un vacío en la nobleza española, pero su legado perdurará a través de su familia y los recuerdos que compartieron. La historia de Francisco de Borbón y Escasany es un recordatorio de la importancia de la familia, el amor y la memoria en la vida de cada individuo. Su vida, aunque marcada por la tragedia, también estuvo llena de momentos de alegría y amor, que seguirán vivos en el corazón de quienes lo conocieron y amaron.