La ciudad de Beirut, marcada por el dolor y la frustración, conmemora un año desde la devastadora explosión en su puerto, un evento que dejó más de 200 víctimas y miles de heridos. Este trágico aniversario se ha convertido en un símbolo de la lucha por justicia y la exigencia de responsabilidad hacia un sistema político que ha fallado a su población. En una misa celebrada en el lugar de la tragedia, los ciudadanos se unieron para recordar a los caídos y para alzar sus voces contra la impunidad que rodea a este suceso.
La conmoción aún persiste en el aire de Beirut, donde la memoria de la explosión sigue viva en cada rincón. Paul, un ciudadano que perdió a su esposa en la tragedia, expresó su dolor y rabia al recordar el momento en que la vida de su familia cambió para siempre. «Todos somos víctimas del sistema», clamó, mientras la multitud a su alrededor resonaba con aplausos y gritos de protesta. La periodista Dalal Mawad también se unió a la voz del pueblo, cuestionando la falta de humanidad y acción por parte de las autoridades en el momento crítico de la explosión.
La explosión, considerada una de las más devastadoras no nucleares de la historia, fue el resultado de la negligencia de las autoridades libanesas. Un informe de Human Rights Watch reveló que varios altos funcionarios, incluido el presidente Michel Aoun y el primer ministro en funciones, estaban al tanto de la peligrosa presencia de casi 3.000 toneladas de nitrato de amonio en el puerto. A pesar de esto, no se tomaron medidas para evacuar a la población cuando se declaró un incendio en el almacén donde se almacenaba el material explosivo. La falta de acción en un momento tan crítico ha llevado a muchos a calificar al Estado libanés como un «Estado asesino».
La jornada de luto nacional se vio marcada por marchas masivas en diferentes puntos de la ciudad, donde los ciudadanos exigieron justicia y recordaron a las víctimas. Carteles que decían «365 días y cero disculpas» adornaban las calles, reflejando la frustración de un pueblo que ha visto cómo la investigación sobre la explosión ha avanzado sin resultados concretos. La multitud, unida en su dolor, gritaba que la culpa recaía en aquellos que ocupan los altos cargos del gobierno, quienes han fallado en proteger a su gente.
Mientras tanto, el impacto de la explosión no solo se siente en el ámbito emocional, sino también en el social y económico. La explosión dejó a 300.000 personas sin hogar y causó daños significativos a hospitales y clínicas. Jeff, un joven doctor que trabajó en uno de los hospitales más afectados, recordó cómo la tragedia se llevó la vida de muchos pacientes en medio de la pandemia de COVID-19. La desesperanza se ha apoderado de muchos, quienes aún no pueden regresar a sus hogares, que se han convertido en lugares de terror.
En medio de este panorama desolador, la comunidad internacional ha respondido con ayuda. Durante una conferencia internacional, se recaudaron 310 millones de euros para apoyar al Líbano, impulsados por el presidente francés Emmanuel Macron. Sin embargo, muchos libaneses sienten que esta ayuda no es suficiente para abordar las profundas crisis que enfrenta el país.
La juventud libanesa, símbolo de resistencia, ha tomado las calles una vez más, enfrentándose a las fuerzas de seguridad con valentía. Equipados con máscaras antigás y gafas de submarinistas, han demostrado su determinación por exigir justicia. Las protestas en la plaza de los Mártires, donde comenzaron las manifestaciones en 2019, han revivido el espíritu de la revolución, con jóvenes que se niegan a rendirse ante la opresión.
A pesar de los gases lacrimógenos y la represión, la voz del pueblo sigue resonando. Las pancartas que claman por justicia y los rostros de las víctimas permanecen en las paredes de la ciudad, recordando a todos que la lucha por la verdad y la justicia no ha terminado. La memoria de aquellos que perdieron la vida en la explosión sigue viva, y su legado impulsa a la población a seguir adelante en su búsqueda de un futuro mejor.
Beirut, un año después de la explosión, es un lugar de dolor, pero también de resistencia. La comunidad se une en su lucha por justicia, recordando que cada día es una oportunidad para exigir cambios y rendir cuentas a quienes han fallado en proteger a su gente. La historia de Beirut es una historia de lucha, y su pueblo está decidido a que no se olvide.