En los últimos días, un creciente número de familias ha denunciado a las Hijas del Amor Misericordioso (HAM) por prácticas que consideran sectarias. Hasta ahora, son más de treinta las familias que han presentado quejas formales, acusando a esta organización religiosa de apartar a sus jóvenes de sus entornos familiares y sociales, así como de manipular sus creencias y emociones. La situación ha llevado a la Archidiócesis de Madrid a tomar medidas drásticas, incluyendo la destitución de la superiora general, María Milagrosa Pérez Caballero, conocida como Marimí.
Las denuncias iniciales fueron presentadas por un grupo de familias que se sintieron preocupadas por el bienestar de sus hijas, quienes se habían unido a la asociación. Estas familias afirmaron que las jóvenes eran sometidas a un proceso de aislamiento, donde se les retiraban los teléfonos móviles y se limitaban sus interacciones con el mundo exterior. Según los testimonios, las Hijas del Amor Misericordioso utilizaban tácticas de manipulación emocional, como el ‘love bombing’, para atraer a jóvenes en situaciones vulnerables. Este tipo de estrategia implica ofrecer un ambiente de acogida y afecto desmedido, lo que puede llevar a una rápida conversión de creencias, incluso en aquellos que no eran religiosos previamente.
### La Respuesta de la Iglesia
Ante la gravedad de las acusaciones, la Archidiócesis de Madrid decidió intervenir. En un comunicado emitido el 28 de julio, se anunció la destitución de Marimí y la creación de una comisaría extraordinaria para supervisar la asociación. Esta comisaría tiene la responsabilidad de revisar los estatutos, reglamentos y la gestión económica de las Hijas del Amor Misericordioso, así como de reconducir el plan de formación y la vida comunitaria. Además, se prohibió la admisión de nuevas vocaciones y se suspendieron los procesos formativos de las novicias del primer año.
La decisión de la Iglesia ha sido considerada inusual, dado que las acusaciones han sido tomadas con seriedad. La Archidiócesis ha manifestado que las denuncias tienen «verisimilitud», lo que ha llevado a una acción rápida y contundente. Sin embargo, la situación sigue siendo tensa, ya que muchas familias continúan sin tener contacto con sus hijas desde la intervención. Las familias afectadas han expresado su preocupación, temiendo que sus hijas puedan seguir a Marimí, a pesar de las órdenes de la Iglesia.
### Prácticas y Ritualidades Controversiales
Las denuncias no solo se limitan al aislamiento y la manipulación emocional. También se han reportado prácticas rituales que se alejan de las enseñanzas tradicionales del catolicismo. Los denunciantes han afirmado que las Hijas del Amor Misericordioso celebraban ceremonias inusuales, como «desmayos masivos en descanso del espíritu» y utilizaban un lenguaje que reforzaba la identidad del grupo, lo que es característico de las sectas.
Los familiares han señalado que las jóvenes eran constantemente bombardeadas con mensajes negativos sobre sus familias, sugiriendo que sus seres queridos no las entenderían y que estaban atrapados en un mundo materialista. Este tipo de discurso es común en grupos sectarios, donde se busca crear una separación entre los miembros y sus familias, fomentando la dependencia hacia la organización.
Además, las familias han denunciado que las jóvenes eran desalentadas a continuar con sus estudios y trabajos, bajo la premisa de que la vida terrenal estaba asociada al demonio. Este tipo de control sobre la vida cotidiana de los miembros es un patrón que se observa en muchas sectas, donde se busca despojar a los individuos de su autonomía y capacidad de decisión.
La situación de las Hijas del Amor Misericordioso ha generado un debate más amplio sobre el papel de las organizaciones religiosas en la vida de los jóvenes y la necesidad de una mayor regulación y supervisión. Las familias afectadas han solicitado apoyo y orientación, mientras que la Archidiócesis ha afirmado estar dispuesta a ayudar a quienes lo necesiten.
La crisis en torno a las Hijas del Amor Misericordioso pone de manifiesto la complejidad de las relaciones entre las organizaciones religiosas y sus miembros, así como la vulnerabilidad de los jóvenes ante prácticas que pueden ser consideradas manipulativas y abusivas. A medida que la situación se desarrolla, será crucial observar cómo se gestionan las denuncias y qué medidas se implementan para proteger a los jóvenes involucrados.